Antes de 1177, en el que la civilización se derrumbó (libro homónimo de Eric H. Cline, ed. Crítica, Barcelona 2016), ya estuvieron los griegos – o alguno de sus pueblos catalogados dentro del confuso, y mal estudiado “cajón” de sastre, denominado: “Pueblos del Mar” – deambulando por el Mediterráneo Oriental en un trasiego constante hacia Fenicia y Egipto, Asiria, Cirenaica (Libia actual), Palestina, Chipre, Anatolia, etc., etc., lo que es seguro a toda ciencia y así lo atestiguan las tablillas de escritura cuneiforme o las del Lineal B.
Pero concretando muchísimo, y para abreviar, la Civilización Minoica – establecida en la Isla y también así llamada en honor del rey Minos – se caracterizó por muchas cosas, entre las que destaca la construcción de los famosos palacios de Cnosos y alrededores.
No tenían murallas defensivas ni algo que pudiera semejar a las ciclópeas que había en Micenas o Tirinto, por ejemplo. Pero para rizar un poco más el rizo, tampoco fueron encontradas armas de la época ni constatación de que hubiera esclavos y se cree que las riendas del poder estaban en manos de las mujeres, teoría basada en la paz y en la aparición de una estatuilla en el lugar más sacro del palacio de Cnosos: la “tesorería”: una dama con dos serpientes en las manos, el pecho descubierto y grandes ojos escrutadores: La “Señora de las Fieras”. Quizá un símbolo de la fertilidad o un ídolo. En cualquier caso, es el retrato de esta pacífica civilización y la única deidad antropomórfica de la isla, que nos recuerda mucho a la sumeria Inanna o a la babilónica Ishtar, a la fenicia Astarté, o a la griega Afrodita / Kýpris.
Bernardo Souvirón en su segundo libro: Hijos de Homero. Alianza Editorial. Madrid 2006. Págs. 33 y ss. (el primero fue “Mujer de Aire”) nos relata con su peculiar, poético e inconfundible estilo, el nacimiento de la civilización griega tomando como punto de partida Creta y la cultura allí desarrollada entre el año 2000 y 1600 a.n.e. Si un sabio lo dice a mí no me queda más remedio que suscribir punto por punto sus asertos y sin la más pequeña matización, para eso soy medio analfabeto.
Este “paraíso insular” estaba abocado a ser invadido por otros pueblos más hambrientos o más codiciosos o ambas cosas y como desde siempre hubo trasiego de helenos hacia abajo y egipcios hacia arriba, pues eso, allá por el 1600 a.n.e., todo tocaba a su fin.