Hoy, Marusia me ha regalado una Matrioshka de ocho muñecas esmaltada en colores rojos y azules ribeteada de dorados brillantes. Me la mostro con una enorme sonrisa y la cara limpia bajo el pañuelo bordado de flores de lino blanco anudado bajo la nuca, y añadió al regalo un enorme abrazo.
Siempre R. Madrid bueno (en español), dicen los abuelos que vieron a Puskas, Di Stefano y Gento. Gut los jóvenes a los que entusiasman Benzema, Cristiano y G. Bale.
Aquí no pasa nada, la gente habla, está preocupada y tiene miedo, pero aparte de los camiones con hombres disfrazados de soldados de hace unos días, nada más, aunque a menos de setecientos kilómetros hay gentes armadas con AK, sin distintivo alguno, inquietantes, sin saber muy bien a quien esperan. Aquí algunos abuelos y algunos jóvenes se visten con uniformes militares de todo tipo y también alguno de ellos lleva armas. Ayer vi a un “veterano” portando un fusil Nagant, con una “guerrera” del fieltro y un gorro cosaco, un grupo de gente con banderas amarillas y azules le seguía. La policía, no quiere mirar. Hace bien, no irán más lejos de la última “dacha” de colores al final de la calle. Solo algunas noticias alarmistas, no hay más revuelo. Claro que aquí estamos en la estepa. Creo que no les preocupa mucho si Crimea se da el piro con los rusos.
¿De Crimea? Dicen que allí siempre pasaban el verano los Zares, los banditi de todos los gobiernos de la URSS y ahora de Rusia. Al fin y al cabo, dicen, siempre fue Rusia, allí siempre han tenido sus lujosas dachas los funcionarios del partido, los soviets más radicales, los jefes de la NKVD, antes, y ahora los de la KGB. Amen, si lo dicen ellos…
Ucrania no, aquí, los imperios Rus y Austrohúngaro siguen presentes en muchas zonas, todo lo contrario ocurre con la época comunista sovietica, y es que con los soviets lo pasaron muy mal. A comienzo de los años 30 del pasado siglo, los soviets de “Pepe” Stalin asesinaron a millones de ucranianos (casi 4 millones), les quitaron casas y haciendas, los desalojaron de sus tierras, y los mataron de hambre, literalmente (los que hemos visto “El violinista en el tejado” recordamos esas escenas de desahucios tan bien narradas). Todo eso sin contar las masacres perpetradas por la NKVD, antes, durante y después de la II G.M. Hasta se alegraron cuando llegaron los “Einsatzgrupenn” de las SS tras la invasión de Ucrania por parte de la Wehrmacht alemana, los recibieron con los brazos abiertos. Después lo lamentarían también a base de fosas comunes con miles de muertos.
Esto se está poniendo raro. Ayer, una muchedumbre con mucho miedo paró un convoy de tanques que iban en dirección a la frontera rusa, dicen. Hicieron Bien.
Pintan bastos. Crimea, parece que, por una amplia mayoría, aprueba la secesión y su anexión a Rusia. Ya está el gato en la talega. Y los rusos dicen que la culpa es de los EEUU y la OTAN que soliviantan al personal en Ucrania. ¿No nos suena esto de algo? Mejor que se queden las cosas como están, aunque el mar sigue creciendo. En la zona más oriental de Ucrania, Járkov, Donest, etc, hay una gran influencia rusa y esto puede producir un gran efecto dominó.
En nuestro país, habrá mucha gente tomando nota, nacionalistas con careta, separatistas de tres al cuarto, los de título y pedigrí, los amigos de los asesinos de eta, y esos mismos asesinos. Peligroso. Que no sería tanto, si las notas de la nueva música de baile que entonan los músicos socialistas no subieran el tono cada vez más. Es absoluta su indecencia para mantener una mínima coherencia nacional ante lo que se avecina. Me temo que, en ese país nuestro, tan cainita, esos elementos nos van a poner al borde del abismo.
El ruido es continuo, las banderas han vuelto a aparecer, y esta pobre gente sigue con miedo. Yo no creo que pase nada, porque Rusia es Rusia, pero… Hoy ha sido un día más de ruido con colores amarillos y azules, de trajín y de recogida de víveres y enseres.
Pues parece que Putin ha sacado a pasear el as de bastos, aunque se ponga de perfil y diga que, a él, que lo registren. Demasiados intereses que además no son nuevos, de unos y otros, no en vano han seguido durante años primando a todo ruso o de ascendencia rusa para que se asentaran en la península de Crimea, esos Sudetes a la rusa, y esa flota, siempre necesitada de chapa y pintura. No pasará nada, pero el acojone es generalizado entre la pobre gente que prefiere quedarse como está, la gente del campo, de la estepa, de los antiguos Koljoes que ahora trabajan la tierra y viven de su resultado, de los pueblos que no entienden por qué ahora unos, los más, quieren pertenecer a la U.E y otros quieren ser rusos. Hace tres días pasaron por aquí tres camiones con tipos disfrazados de soldados. Es como si ya los hubiera visto antes, en alguna foto, en alguna película, en alguna tele.
Hasta hace unos días, a pesar del ruido constante, de los canticos, de los gritos y los espasmos, tan indicadores de colapso, aquí no se oía nada, pero ahora la gente ya no se mira a los ojos. Parece que todos sufren un poco, cada uno a su manera. En las ciudades, en la más europea de ellas, Odessa, no pasa eso, allí, dicen, son muy occidentales, muy europeos.
Hoy que es sábado noche, que no hay nada que hacer por aquí, que el silencio lo ocupa todo, que el frio aprieta tanto como el silencio, la gente ha dejado de mirarse a la cara, no levantan la cabeza ni siquiera cuando caminan pegados a las paredes, huraños y conmovidos. Aquí hablan de lacayos, y el mar donde se asomó Pushkin de pronto se ha cubierto de una bruma asaeteada de antenas, y el aire que se respira ya no huele a Europa, solo a amenaza.
Mejor hablar de Pushkin y su gran amor ” La hija del capitán”, de los campos donde va desapareciendo la nieve, del sol de la cercana primavera, hasta del Real Madrid, pero siempre hay un momento en que todo el mundo atempera el tono de voz, entonces, se hablan en voz muy baja apoyando los codos en la mesa y las manos sobre la frente, muy juntos, y en sus murmullos solo un nombre, el nuevo zar de todas las rusias, Vladimir Putin.
Pero las cosas ya no están como estaban ayer, y uno se pregunta ¿porqué?
Hoy, febrero, 25, 2022