El atletismo es, probablemente, la actividad deportiva humana mas antigua de todas las disciplinas inventadas por el hombre. Su etimología nos indica un origen griego: athlos = competición y evidentemente fueron los helenos los primeros en poner orden y concierto en unas disciplinas deportivas, los primeros en fijar unas reglas en las competiciones y poner a funcionar unos “agones” que se llevaban a cabo cuando se moría alguna persona de relevancia en la ciudad correspondiente y se organizaban en su honor los famosos “Juegos Funerarios” que acabarían desembocando en las Olimpiadas del año 776 a.C.

            No obstante, no fueron los helenos de hace tres mil años sus inventores ni tampoco los anglosajones, por mucho que lo parezca o los medios de comunicación se equivoquen, intencionadamente o no, mas de una y de mil veces.

           

El deporte como tal, y por extensión el atletismo, está datado y plasmado por escrito en tablillas de Sumeria como unos tres mil años antes de nuestra era. Unos siglos después los egipcios, en la época de los faraones, lo perfeccionaron y añadieron disciplinas. Eran actividades encaminadas a perfeccionar las batallas, a ganarlas, y de qué mejor forma que hacerse fuertes y robustos y bien entrenados.

Primero los señores (Summer) en sus tiempos libres o en ceremonias de reafirmación de la divinidad (Egipto), y mas tarde la corte y la nobleza, se dedicaron a practicar actividades que además de mantenerles en buena forma física, servían para defenderse en una de las múltiples batallas o poder huir con cierto desahogo del enemigo que le perseguía. Natación, tiro con arco, caza o una especie de ajedrez ya se practicaban en Menfis y Tebas, egipcios, hace dos mil quinientos años.

Mas tarde saltó a Creta, ese portaaviones en mitad del Mediterráneo, que amalgamó todas las culturas de la época en la conocida como civilización Minoica y empezaron a dar forma al deporte reglado: la natación, la gimnasia o “kimistimata”, al más conocido salto del toro o “taurocatapsia”, el pugilato, entre otros y en un entorno casi exclusivo de las ceremonias religiosas.    

De aquí a la Grecia Continental, solo un pequeño salto vía Citera y Peloponeso, o un poco más largo vía directa hacia el Ática, por el cabo Sunión.

Y entonces viene la gloriosa mitología que tanto nos ha marcado y formado social y religiosamente, a toda Europa, para entronizar el deporte del atletismo en el pueblo, en las famosas “polis” griegas que durante sus ratos libres, y sobre todo en los veranos, se dedicaban a pelearse entre ellas y fabricar muertos por doquier, fallecidos a los que  habían de celebrar de alguna manera, inventándose los ya mencionados Juegos Funerarios, similares a los que todo el mundo recuerda en la película Troya, una vez que Aquiles incinera el cuerpo del difunto Patroclo.

Eran prácticas deportivas regladas, el famoso “agón heleno” o espíritu de competición, quienes hicieron el resto hasta el famoso edicto de Tesalónica cuando el emperador romano de origen español, Teodosio el grande, suspende toda práctica deportiva “pagana” y desde el 393 de nuestra era hasta el final del siglo XIX permanecieron suspendidas las Olimpiadas y por ende el Atletismo.

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