¿Una razón para correr el Angliru?: Porque está ahí​

“La carrera tiene una especie de embrujo y halo mítico que te engancha. En las primeras participaciones lo veía como un gran reto deportivo que a la vez me servía para llegar bien preparado físicamente al inicio de la temporada de esquí de montaña”

Werner Von Tabouillot es de ese grupo de corredores y corredoras que como afirmaba en el primer reportaje pre Angliru 2019 tenía la intención de descubrir, de dar a conocer corredores anónimos pero muy importantes en la historia del Angliru. Y Werner lo es.

De nacionalidad alemana, vino a este mundo en Madrid. De madre española y padre alemán, siempre ha vivido a caballo entre España y Alemania. El bachillerato lo hace en la capital española, y Derecho en Alemania. Se doctoró en Austria y en 1989 regresa a Madrid en donde es un prestigioso abogado mercantil.

Empezó a correr a los catorce años como actividad complementaria y simultanea para los deportes que practicaba habitualmente, como esquí de montaña, escalada y alpinismo, tenis o baloncesto.  Corre habitualmente cinco días a la semana. Lo hace a mediodía y por el Parque del Retiro junto a sus amigos y compañeros que forman la asociación deportiva “El Árbol de Beni”, grupo muy variopinto de unos cuarenta corredores que tienen un “jour fix” todos los días laborables a las 14:30 horas. El punto de encuentro es debajo de un árbol muy cerca de la Rosaleda, aunque los fines de semana  alterna los entrenos por la Casa de Campo y la Sierra de Madrid, otro lujo que tenemos quienes vivimos en esa comunidad.

La peor experiencia se repite una y otra vez cuando encaras la “Cueña les Cabres”, muerdes los dientes para poder subir la rampa al trote y te preguntas quien te “obliga” a apuntarte a la carrera.

Su primera aparición en el Angliru fue en el año 2004, en la cuarta edición. Werner nos comenta que  “llevaba cierto tiempo buscando carreras de montaña que fueran únicamente de subida. A diferencia de otros países (alpinos) del centro de Europa,  entonces en España apenas se celebraban carreras de montaña que fueran únicamente de subida, salvo los denominados kilómetros verticales. “Googeleando” y por casualidad, di con la página web de “Iris Rojo” (así se llamaba el club organizador de la carrera entonces). Recuerdo que me quedé impresionado cuando vi por primera vez el perfil de la carrera en la página web. ¡Había encontrado la carrera con las características y el perfil que venía buscando!: de montaña -por el entorno-, no masificada, con buen piso que te permite  “rodar” bien, de forma continuada y armónica, que discurre por una zona de gran belleza paisajística y en un entorno privilegiado y  para colmo  no hay que dejarse las rodillas en la bajada, porque bajas cómodamente en autobús”.   

Werner ha participado en total en 8 ediciones. Lo hizo del 2004 al 2007 de manera ininterrumpida y “Después del trienio del triste “parón organizativo” (2011 al 2013)” como lo define él,  ha participado en las subidas del 2015, 2016, 2017 y 2018. 

Preguntado sobres sus peores y mejores recuerdos del Angliru, su respuestas no tienen desperdicio y son unas sinceras y contundentes reflexiones: “La peor experiencia se repite una y otra vez cuando encaras la “Cueña les Cabres”, muerdes los dientes para poder subir la rampa al trote y te preguntas quien te “obliga” a apuntarte a la carrera”. “ Y la mejor experiencia también se repite, una y otra vez, cuando sentado cómodamente en el autobús, ya de bajada, miras por la ventanilla, sientes como si fueras en un avión que se prepara para aterrizar en La Vega de Riosa, y empiezas a visualizar la sidra fresca y el pote asturiano que tras la ducha y la entrega de trofeos, vas a degustar para volver a elevar el hematocrito”. 

Las reflexiones dan paso a las anécdotas, y Werner se centra en una larga: “Como anécdota de una de mis primeras participaciones puedo destacar, que en las primeras cuestas que siguen al falso llano de Viapará, coincidí con un corredor más o menos de mi quinta, que me llamó la atención no solo por su potente zancada sino también porque vestía un pantalón de chándal largo, lucía una poblada barba y una media melena rizada. Era fibroso, de constitución más bien asténica, y me adelantó al final de la cuesta de “Les Cabanes”, situándose unos pasos por delante de mí. Cada vez que intentaba acercarme a su altura, el referido corredor apretaba el paso (en jerga de corredores me hacia la goma), e impedía que me alineara con él. Tras un par de frustrados intentos de hacer “grupete”, acepté que -obviamente- era más conveniente mantener las distancias, le acepté como liebre y le seguí hasta la meta. Cuando, tras cruzar la meta y quitarme el chip, le busque para darle un apretón de manos, me percaté que había desaparecido del entorno de la meta y continuado la carrera enfilando, con el mismo ritmo que en carrera, las cuestas que suben al cercano Pico La Gamonal para salvar unos 200 metros de desnivel adicional. Cuando le conté la anécdota a Alejandro de Arcos, el organizador, me desveló que mi liebre era conocido en la zona, reputado montañero e himalayista, una especie de  “Killian local”. Tumbado en la camilla de la fisioterapeuta que en meta atendía a los fatigados corredores me consolé pensando que el “Red Bull” local (la sidra) es lo que tiene: “da alas”. 

Cuatro ediciones de tirón y las últimas cuatro también de manera consecutiva, nos llevan a preguntar al alemán-español ¿qué es lo que te motiva a repetir, a afrontar la subida edición tras edición?: “La carrera tiene una especie de embrujo y halo mítico que te engancha. En las primeras participaciones lo veía como un gran reto deportivo que a la vez me servía para llegar bien preparado físicamente al inicio de la temporada de esquí de montaña, que es realmente mi gran pasión deportiva. Mi “approach” era más competitivo. Con el paso del tiempo y de los años, he cambiado mi enfoque que ahora es el de participar con los amigos y conocidos en la carrera, compartir la vivencia del antes, durante y después de la carrera con ellos, disfrutarla, y terminarla dignamente, son ahora los nuevos objetivos”. 

 Von Tabouillot nos afirma que la prepara, “pero no de forma obsesiva. Tras la temporada de esquí de montaña (diciembre a mayo), donde hacemos actividad en altura y en alta montaña, alternamos la bicicleta de carretera por los puertos de la Sierra de Madrid con carrera de montaña y algunos ritmos en cuestas. Para mí la clave de un buen entrenamiento para la carrera pedestre del Angliru pasa por combinar adecuadamente potencia y velocidad, sin perder de vista que somos corredores populares, y que el entrenamiento debería de ser lo más variado y divertido posible, así como en la medida en que nuestras circunstancias personales lo permitan, en grupo”.   

Werner gusta de acudir “por regla general en grupo. En la edición del 2019 seremos un grupo de unos 10 o 12 corredores, liderados por uno de los cofundadores de nuestra asociación deportiva, Beni.  

Quisimos cerrar la entrevista preguntando de manera directa y nada mercantilista por una razón para Correr la Subida al Angliru: y su respuesta fue un muy digno final en el conocimiento de este abogado enamorado del deporte, asiduo del Parque del Retiro madrileño y habitual del Angliru: Parafraseando a Mallory, “porque está ahí”. 

Isaías Díaz Peña

Pasión por las Carreras

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